jueves, 21 de abril de 2011

El niño alérgico a la sal miraba al mar. Mientras, buceaba con los ojos.

Un día llegaron las dudas y la incertidumbre del saber. Aquella repelencia exacta a la felicidad no les permitió huír, cuando llegó el momento. Cuando eran uno, se derrumbó ese universo paralelo al resto en el que vivían. Hablaban en su propio argot. Solo ellos se entendían. Y, pensaban que aquella mierda era limítrofe, la mierda de otros. Pero, las peores desgracias, pasan inesperadamente. Y desgraciadamente, hay cuentos sin final. Hay vidas, cansadas de vivir. Dormir de día, vivir de noche. Pérdida de valor, que vive, ahora, estancado, en una tubería desvalijada, hundida en un desguace.-

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